domingo, 27 de noviembre de 2016

Trabajando con arquetipos: la niña maltratada

Mirarme desde los arquetipos me hace descubrir en mi, esos comportamientos que no me dejan avanzar y crecer en mis relaciones con las personas que amo, con las personas que trabajo, con los vecinos, con mi crecimiento personal, con el dinero, en fin, con todo. Todo en la vida son relaciones con los demás y lo demás. En este momento estoy trabajando el arquetipo de la niña, a partir de un acto de psicomagia, que ha sido conseguirme una muñeca que me represente y simbolice mi niña interior. Básicamente, el trato que le he dado a mi muñeca es el trato que recibí de niña, y es el trato que estoy perpetuando con mis hijos. Ha sido muy duro y a la vez muy liberador y pedagógico, darme cuenta del abandono que sufrí junto con mi hermano, en los años de la infancia y adolescencia. Y no fue precisamente que creciéramos solos, pues vivíamos en una casa grande con mamá, tías y abuelos, quienes velaban porque nuestras necesidades básicas de comida, techo y estudio estuvieran cubiertas. Pero dada la situación familiar donde mi madre se llevaba todo el protagonismo por su enfermedad, aprendí a callar mis sentimientos, reprimirlos y suprimir de mi vida el juego. A medida que fui creciendo, me era cada vez mas difícil jugar, o compartir con mi hermano. Tuve de niña, que tomar decisiones de adulta, y es quizás por estas y otras tantas razones, que mi etapa infantil no fue vivida a plenitud, perpetuando actitudes infantiles que hasta ahora soy consciente, e imprimen bruscamente la sombra que me acompaña como ser humano. Ser consciente de mi necesidad y búsqueda de aprobación en cuanta relación establezco (hasta con el facebook, ja!), es mi niña abandonada pidiendo a gritos la aceptación en su clan familiar. Los accesos de ira, como berrinche infantil, cuando no se da algo tal cual lo tengo en la cabeza: es mi niña no escuchada, explotando 30 años más tarde con mis propios hijos (sean los biológicos o los proyectos laborales).
El arquetipo de la niña habla a través de las inseguridades emocionales no cubiertas en la etapa infantil. Sesgos culturales que han permanecido en el tiempo, donde las niñas teníamos que aprender a comportarnos y servir a los demás. Quedarnos calladitas y no molestar. Aprender ciertos oficios que son femeninos y dejar de lado los juegos masculinos, no opinar por que eso de pensar es de hombres. Es decir, reprimir muchas veces, deseos, emociones, palabras, comportamientos, y quedarnos en la sensación infinita de querer ser aceptadas como somos. La niña está buscando la figura protectora de un padre y la aceptación de una madre, y cuando crecemos, este arquetipo de la niña, desde lo mas inconsciente, se relaciona con los hombres y las mujeres como padres y madres. 
Desde los abusos sexuales, las relaciones tormentosas, la incapacidad de relacionarnos efectivamente con el dinero, la sensación repetitiva de no ser aptas para un trabajo, los silencios prolongados y dolorosos, las explosiones emocionales, las actitudes infantiles propias de inmadurez emocional, desde ahí se establecen para darle forma a nuestra manera de mirar el mundo y relacionarnos con él. Ser conscientes de esa niña maltratada, recordar y destapar las tristezas de la infancia, es doloroso, pero también nos abre la puerta a conocernos mejor a nosotras mismas, para entender desde donde estamos actuando, desde donde nos estamos relacionando: si desde el rencor, la violencia, el maltrato o el abandono, o desde el amor por mi misma y los demás, el respeto, la empatía, en fin. Cultivar emociones saludables se da desde el conocimiento de mi misma. Nos podemos leer todos los libros de autoayuda que existan, pero si no somos conscientes de quienes somos y de donde venimos, los consejos y los ejercicios quedaran en el vacío. Es como arar en una tierra árida, en donde por mas que tratemos solo germinarán algunas cosas y con demasiado esfuerzo.
La niña maltratada hay que entenderla y escucharla, como cuando escuchamos a nuestros hijos. No son simples berrinches y pataletas: son manifestaciones de sentimientos y emociones que no se han podido manifestar y digerir apropiadamente, y es a través del llanto o la risa que podemos dejarlas fluir y aceptarlas como parte de nuestro pasado y aprendizaje. Esa niña maltratada, que ha sido escuchada y contenida, es nuestra niña interior sana, que nos sigue acompañando desde la capacidad de asombro y la inocencia propia de la infancia, desde el amor incondicional y la aceptación del todo. Es la niña que nos empuja a descubrir nuevas cosas desde la curiosidad infinita del amor.  

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